A lo largo de la historia, las precursoras matemáticas se han visto envueltas en situaciones constantemente adversas. Muchas mujeres crecen y se desarrollan en ambientes que las orientan a cubrir los papeles domésticos o de maternidad por encima de sus ambiciones profesionales, en muchos otros casos, aquellas que se ven interesadas por incursionar en esta ciencia desde temprana edad son bombardeadas con comentarios sexistas, generando así inseguridades, desconfianza, desánimo y finalmente pérdida total de interés. En realidad, el camino hacia (y dentro) el mundo científico está lleno de obstáculos y prejuicios hartos de estereotipos, de misoginia disfrazada, de discriminación y de invisibilidad para las mujeres. Con lo anterior, no resulta novedoso o sorprendente darse cuenta de que parte de la comunidad matemática se siente ajena e ignora parcial o absolutamente a las luchas sociales que buscan y pelean por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, tales como el feminismo. Sin embargo, en otro extremo, la misma comunidad afirma que lo contario al deber científico es la ignorancia.
En realidad, la lucha feminista por los derechos de las mujeres ha sido uno de los grandes impulsores de las mujeres científicas a lo largo de la historia.
Históricamente, los feminismos no solo han cuestionado el conocimiento producido en los ámbitos académicos y científicos, sino que también han analizado la producción de este conocimiento. Una parte importante del pensamiento feminista se ha dedicado a analizar qué voces han sido excluidas de la producción académica y qué implicaciones ha tenido para estas personas que otros las hayan definido desde el ámbito académico. (Ballús y Roqueta, 2019)
Dentro del estudio de las matemáticas, la formalidad absoluta es una constante. Para ello un matemático debe llenarse de referencias y necesita recordar teoremas, corolarios, axiomas, postulados, formas de proceder en demostraciones complejas, etcétera. Y por supuesto, para la mayoría de la comunidad resulta fácil recordar los nombres de los grandes pioneros en el área y fundadores de muchas teorías; cualquiera puede distinguir los siguientes: Isaac Newton, Gottfried Leibniz, Évariste Galois, René Descartes, Carl F. Gauss, Leonhard Euler, Henri Poincaré, entre otros; y no solo eso, pueden pensar en su imagen e incluso dar datos biográficos de todos o de la gran mayoría, esto tampoco resulta ser una tarea tan complicada para otras personas dentro de la comunidad científica o fuera de esta. ¿Se obtendrían los mismos resultados si se mencionan nombres de mujeres matemáticas, descartando a Marie Curie e Hipatia de Alejandría?
La invisibilidad de las mujeres matemáticas en la sociedad en general representa un problema mayor. ¿Existen referentes? Si es así, ¿por qué nadie las conoce?, ¿o por qué se han buscado en las sombras de cientos de hombres?
Algunas formas de violencia expresadas por medio de la invisibilización en el campo de la ciencia se pueden constatar por la fama de algunas de ellas, consecuencia de la actividad de sus esposos más que de sus propios trabajos. Ejemplo de ello fue Theon (572-497 a.C.), más conocida por ser la esposa de Pitágoras, que por su legado acerca de la región áurea. Lo mismo sucedió en Francia 23 siglos después, con la marquesa Émile Du Châtelet (1706-1749), mejor conocida por su relación con Voltaire. (Sánchez, 2019, p.174)
Otros ejemplos serían el de Mileva Maric, quien se presumía era diestra en física y matemáticas, la cual fue una de aquellas que tuvo que renunciar a su sueño científico por ser madre y cuyo trabajo jamás fue reconocido; se dice que ella fue la encargada de realizar y verificar muchos de los cálculos matemáticos que hicieron posible la generalización de la teoría relativista de Albert Einstein. (Claver, 2018). Y el de Emmy Noether, madre del álgebra moderna, considerada por muchos como la mujer matemática más brillante de todos los tiempos y cuyo reconocimiento no es, ni por poco, el que merece.
Las injusticias, el nulo reconocimiento, la discriminación y la misoginia no necesariamente se manifiestan de las formas que creemos o conocemos. “[…] hay múltiples formas de discriminación sutiles y encubiertas que, cuando se producen de manera continuada, pueden tener gran impacto en las vidas de las mujeres.” (Sedeño, 2003). Muchas de las mujeres científicas han presenciado o escuchado bromas machistas, que en realidad son comunes e hirientes. También, a las mujeres siempre se les cuestiona en mayor medida sus habilidades, su competencia, sus intereses y ambiciones. Todo esto impide el progreso dentro de la carrera y también las hace sentir aisladas.
¿Ser matemática sería más sencillo si se tuvieran los genitales opuestos? Sophie Germain fue una matemática mayoritariamente autodidacta, que investigó principalmente en Teoría de Números, quien, para hacer frente a la violencia estructural de su época, y bajo el pseudónimo masculino de Monsieur Antoine-August Le Blanc, publicó y compartió directamente con otros matemáticos prestigiosos del momento (todos hombres) diversos artículos de alta calidad y competencia en el mundo científico. Los cuales muy probablemente hubieran sido ignorados y ocultados completamente al ocupar su nombre real. (Sánchez E., 2019). En casos paralelos, solo pocas mujeres han tenido un camino más sencillo y privilegiado debido a las condiciones familiares que pudieron favorecerles en determinados momentos, por ejemplo, el caso de Hipatia de Alejandría.
Estas historias muestran que la sociedad oculta, olvida e ignora que las mujeres se sienten atraídas por el conocimiento científico y en particular al matemático. Pero aún pareciera que el principal problema de estas matemáticas es el simple hecho de ser mujeres y cuando se buscan respuestas de los científicos cuyos sesgos machistas son evidentes, pueden ocurrir varias cosas:
Cuando en lugar de responder con argumentos sólidos, el escéptico se ríe, basándose en diferencias de estilo o terminológicas, de ciertas críticas feministas al discurso científico o a la forma como este se traduce en la mentalidad popular, se pierde una oportunidad de hacer progresar el proyecto científico. […] Ocasionalmente, esta animadversión contra el feminismo propia de los defensores populares de la ciencia trasciende el ámbito académico y llega a extremos como el intento de desacreditar un campo de investigación entero. (Ballús y Roqueta, 2019)
Actualmente, la situación ha mejorado evidentemente, las mujeres ya no son excluidas de las instituciones científicas y ahora pueden ejercer o hacer investigación sin necesidad de anonimatos o pseudónimos, cosa que era completamente inimaginable hace años. Pero ¿las matemáticas contemporáneas obtienen mejor reconocimiento? La respuesta no es del todo negativa, la verdad es que sí hay mayor reconocimiento, pero ¿por qué solo una mujer, Maryam Mirzajani, ha sido galardonada con la codiciada Medalla Fields?, nuevamente, ¿por qué solo a una mujer, Karen Uhlenbeck, se le ha otorgado el glorioso Premio Abel (considerado como el Nobel de las matemáticas)? o ¿por qué los grandes aportes actuales de Lisa Piccirillo y de María Cumplido, ambas matemáticas e investigadoras, quienes recientemente resolvieron dos problemas de topología que llevaban medio siglo y casi dos décadas sin resolver respectivamente no son tan festejados?
En conclusión, los logros de las mujeres brillantes que hay en todas partes se invisibilizan, minimizan o se ignoran completamente; esto es una de las situaciones injustas que han pasado y que pasan las mujeres científicas a lo largo de toda su vida antes, durante y después de ejercer su profesión. No conocemos a las suficientes referentes matemáticas, tampoco las vemos en las aulas, en los libros de texto, en los programas de televisión, en la publicidad y esto probablemente se debe al constante agotamiento dentro de la disciplina. Muchos de los grandes aportes de las mujeres matemáticas han sido atribuidos de alguna forma a hombres, sin embargo, las mujeres matemáticas existen; siempre han existido, pero no las vemos, no las leemos y no las escuchamos porque han sido escondidas. Cualquier momento es el apropiado para hacer una reflexión y proponer un cambio que busque la igualdad, la inclusión y que no distinga a las grandes mentes y las juzgue por su sexo, género, creencias, raza, etcétera. Para que la ciencia avance, debe solucionar y atender todos los problemas que se encuentran arraigados en ella desde sus raíces. Conocer las historias y vidas de mujeres matemáticas genera conciencia e inspira a muchas más personas a continuar con sus aspiraciones y enfrentarse a los retos y adversidades dentro de la disciplina.
Por Lizet Monserrath Hernández Reyes. Estudiante de la Licenciatura en Matemática en la Universidad Veracruzana en México, miembro activo del grupo de divulgación científica Ciencia LUX y colaboradora en CEREX Cursos.
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