La caída de la maternidad color de rosa
Desde hace ya varios años, se está tratando de romper con el estereotipo de que la maternidad es de color rosa. Y esto tiene que ver con que cada vez se ven y se escuchan más madres que, por suerte, pueden decir que aman a sus hijos y que también están agotadas. Es que parece que ambas cosas no pudieran ser compatibles. La sociedad capitalista y patriarcal en la que vivimos, impone un modelo de madre que cada vez es más difícil de sostener y que está generando mucha angustia y malestar mental entre las mujeres, sobre todo en etapa de crianza temprana. Este modelo tiene que ver con “poder con todo”. Pareciera ser, que ser madre en esta época, implica colgarse la capa de la mujer maravilla. Esto es valorado socialmente, ya que si podemos con todo “somos buenas madres”. Casi una ecuación.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando esa capa se vuelve de plomo y ese peso nos deja sin energía para seguir adelante? Entonces, los momentos de agobio pueden ser mayores a los de disfrute y esto genera mucha culpa. No solo se espera que nos colguemos la capa, sino que junto con ella nos viene la culpa cuando algo no me sale como lo imaginaba o esperaba.
El profundo trabajo interno que supone ser madre
Quisiera tomarme unos renglones para que revisemos con sentido crítico una frase que se suele leer o escuchar con frecuencia: “Me convertí en madre”. Parece que en el momento en que el test dio positivo o cuando me encontré por primera vez con mi bebé luego del parto me “convertí” mágicamente en madre. La realidad es que la maternidad es una construcción y como toda construcción supone un proceso y tiempo. Construirnos como madres, significa construir una nueva identidad. Claramente hay un antes y un después del momento del parto y ciertamente nada vuelve a ser igual. Algo cambio, algo no volverá, y esto tiene que ver con duelos. Por lo tanto, construir una nueva identidad implica duelar la anterior y esto también supone un proceso.
Para construir esta nueva identidad, necesitamos revisar nuestros modelos de madres y padres, nuestros primeros vínculos significativos y así conectamos con nuestra primera infancia y crianza. Dependiendo de cómo haya sido esta etapa de nuestra vida, el proceso puede ser vivido con más o menos movilización emocional. No será lo mismo si hubo presencias o ausencias, amor o carencia afectiva. Respeto o violencia y abusos. En algunos casos, este camino puede volverse una verdadera montaña rusa de emociones, y si esto sucede es importante pedir ayuda profesional.
No quisiera dejar de mencionar, el potente poder reparador que tiene la maternidad (y la paternidad) en la vida de una persona. Esto quiere decir, que sabiendo qué nos faltó, qué hubo de exceso y qué me sirvió durante mi infancia y adolescencia puedo construir una forma de ser madre a mi manera. Revisando mis primeros vínculos y reflexionando sobre ellos, puedo ver qué tomar, qué no y qué transformar, y de esta manera hacerlo distinto. A esto se le llama poder reparar mi historia. Es sanador.
Criar es una gran tarea
La tarea de criar supone una alta demanda, porque en la primera infancia es necesario sostener el vínculo de dependencia con un hijo e hija. Cuando un bebé tiene una necesidad y hay un otro para satisfacerla, va construyendo en su interior un modelo saludable y amoroso de relación. Va interiorizando la idea de que es importante para alguien, que es valioso, por lo tanto va construyendo una imagen de sí mismo positiva y una idea del mundo externo como seguro. Estas son las bases de la autoestima de una persona y el primer vínculo de amor y dependencia es el modelo de los vínculos sociales futuros.
Quienes trabajamos acompañando maternidades sabemos y no dejamos de repetir, que no se puede criar sola. Necesitamos de otros. Criar en soledad es doloroso, es agotador, es nocivo para nuestra salud mental y por ende complica el proceso de vinculación mamá-bebé. Esta idea de necesitar de otros para criar, también está en contraposición con el modelo capitalista y patriarcal en el que vivimos; donde la independencia, la productividad y la competencia entre las personas son los aspectos más valorados. Mostrarnos necesitadas, pareciera estar mal visto. ¿Se acuerdan de la capa? Aquí volvemos al mismo punto.
En resumen, criar es un gran trabajo, claramente no remunerado, invisibilizado socialmente porque ocurre puertas adentro y por lo tanto, para esta sociedad en la que vivimos: no productivo.
Al final de la jornada, cuando se le pregunta a una madre en etapa de puerperio, qué hizo durante todo el día, es frecuente escuchar “no hice nada, estuve todo el día con el (o la) bebé”. Volviendo a retomar el sentido crítico con el cual nos acercarnos a estos temas, sería bueno reflexionar sobre la cuota de responsabilidad que tenemos las madres en que la tarea de criar esté tan invisibilizada y desvalorizada. ¿Es que acaso nosotras la valoramos?
Encontrar la propia manera de maternar
Para ir terminando y cerrando estas ideas, me gustaría destacar que construir una identidad materna que nos calce bien puede ayudarnos a disfrutar de ella.
La clave sería encontrar el propio equilibrio, para que el cansancio no opaque el disfrute. Encontrarlo supone construir la propia forma de maternar. Discriminar mandatos sociales y familiares de cómo hay que hacerlo para que sea vista como “una buena madre”.
Si algo de esto que transmití resonó en vos, si pensás que algunas de tus palabras pueden ayudar a otras mujeres y si te gustaría que profundice en algunos otros temas relacionados a este artículo podes hacer tus comentarios. Con mucho gusto te leeré.
Te deseo fortaleza en este camino y que te encuentres siendo tú misma, maternando a tu manera.
Lic. Ana Formento: Madre de tres, Psicóloga Perinatal, Doula, Profesora de Yoga.
anacarolinaformento@gmail.com
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