Si bien es cierto que en algunos campos las mujeres han logrado un avance considerable, Aun se evidencian que en muchos otros sectores todavía no es así; poniéndose de manifiesto que la sociedad como estructura de convivencia y forjadora de conductas todavía sigue siendo “machista”.
La trayectoria histórica y la realidad de que todavía existen núcleos resistentes y frenadores del cambio, lo cual provoca algo de agresividad en las mujeres respecto a este tema. Agresividad que a veces tiene tintes de frustración e impotencia, ya que no es comprensible cómo derechos tan legítimos y obvios, no son aceptados por un sector masculino de la población. Las mujeres no constatan el apoyo masculino en su evolución, al contrario, perciben limitaciones y recriminaciones en algo que, dado el desarrollo cultural actual debería ser lógico y natural. Se hacen conscientes de que son ellas el sujeto activo de su evolución y que tendrán que emplear todos los recursos para transformar las relaciones entre los sexos.
Hoy en día las mujeres se encuentran ante dos mundos donde poder desarrollarse; han ampliado por tanto las opciones de elección. Esto que en principio se valora muy positivamente, es fuente constante de conflictos. Desde una dimensión, siempre cabe la posibilidad de que si una opción no resulta satisfactoria, está la otra como vía de realización. Pero desde otra perspectiva, implica el deseo de desarrollarse en las dos facetas, llegando a resultar estresante por las exigencias que conlleva cada una; es lo que culturalmente se conoce como la “doble jornada”. Ese panorama se complica aún más cuando una de las facetas posee un enganche desde la tradición, desde las actitudes introyectadas (“Ser madre es lo más gratificante para una mujer”), y la otra desde la modernidad, desde las actitudes deseadas (“Cuando una mujer trabaja es cuando percibe que es valorada”). Resultando una suma de mensajes contrapuestos a partir de los cuales las mujeres deben decidir.
Sin embargo, la carga tradicional todavía pesa mucho, y no es tan sencillo desprenderse de unos patrones de comportamiento tan arraigados. Las claves culturales de que lo social es lo más beneficioso y lo doméstico lo más limitador, permiten impulsar a las mujeres hacia mayores cuotas de poder, hacia una mayor independencia y posibilidad de elección. Pero ese avance lleva consigo una renuncia y una transformación de su rol en el ámbito doméstico. Este aspecto provoca conflicto y las mujeres no tienen pautas culturales claras de cómo realizarlo.
Como todo proceso evolutivo, también el desarrollo de las mujeres adopta un movimiento pendular; es decir, se hace preciso renunciar a esquemas tradicionales para lograr posteriormente su integración. Dicho de forma más clara, a las mujeres se les insta a que abandonen un rol doméstico para desempeñar un rol social al que tienen pleno derecho; en ese movimiento tendrán que ir integrando y compatibilizando ambos referentes. Es un proceso individual el despojarse de estereotipos limitadores y adquirir otros más liberadores, pero sin renunciar por ello a lo positivo de lo anterior y cuidándose de no contaminarse por lo negativo de lo moderno. Éste será precisamente el caballo de batalla de las mujeres. Aunado a estas situaciones establecer pautas sobre las relaciones conyugales es tarea difícil porque nos movemos en el mundo de lo íntimo, en un territorio de afectividad, valoración y respeto que pertenece a lo privado. Ahí cada pareja tiene establecidos sus propios códigos de comportamiento. No obstante, hay un aspecto que resulta esencial y que sí merece nuestra consideración: la sexualidad.
Este es un tema que está en la base de las relaciones de pareja y mediante el cual, las mujeres han logrado grandes cotas de emancipación, tanto personal como relacional: El conocimiento de la capacidad de gozar sexualmente que se ha extendido con el movimiento cultural feminista, ha permitido ser más consciente del propio cuerpo y del papel que puede desempeñar en las relaciones de pareja, ha evidenciado al hombre de que las relaciones sexuales compartidas son más satisfactorias que los esquemas tradicionales, ha fomentado un disfrute de pareja más pleno, el despojarse del carácter de tabú que poseía, le ha dotado de mayor realidad y, por tanto, de mayor responsabilidad y decisiones más en consonancia con la vida de la pareja.
En otro aspecto de la vida la mujer no solo se enfrenta a los roles mencionados, sino en una lucha por sobrevivir ante adversidades. Uno de los temas más fuertes de la sociedad actual se encuentra el “FEMINICIDIO”; el patriarcado sirve para introducir una dimensión muy relevante a la concepción del problema del feminicidio. Hace que no sea un problema aislado reducible simplemente a las tendencias violentas de algunos individuos, sino que tiene que ver con la situación de sumisión del género femenino y la del dominio del masculino. Así, esta vulnerabilidad heredada y de causas económicas, políticas y sociales se concreta en muertes de personas desamparadas, que no ven sus derechos protegidos por la sociedad en la que viven. Las medidas a tomar para luchar contra los feminicidios no pueden concentrarse solo en uno de los focos del problema, porque todo parte de un problema con varios niveles de complejidad: psicológico, psico-social, y sociopolítico. En palabras de la antropóloga y feminista Marcela Lagarde “A las mujeres nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo es un gran impedimento en la construcción de la autonomía”.
Es por esto que educarnos, ya sea desde de nuestras casas o aulas, nos sirven como estrategia para lograr ser mujeres fuertes, seguras de sí mismas, autónomas, sin miedo a tomar decisiones e incluso en contra de los estéreo tipos y roles construidos socialmente. La vía para lograrlo es la coeducación desde edades tempranas y especialmente la educación emocional, educar en una alta autoestima. Sobre todo, de nuestras niñas, hijas y mujeres, de manera que en un futuro sean mujeres seguras de sí mismas capaces de seguir luchando por sus derechos. Tenemos que prestar mucha atención a los mensajes y el vocabulario que les transmitimos, ya que a veces, cuando los adultos somos inseguros, bien por la educación recibida o por experiencias vividas muy estresantes, generamos una ansiedad que les transmitimos mediante mensajes negativos como “tú no sabes hacer esto”, “así no te va a salir bien”, “es que no lo vas a aprender nunca”, que no ayudan a que los niños y niñas consigan hacer las cosas. Confundirse es natural, aprendemos de los errores y de nuevos intentos. Una buena autoestima fomentará que sean adultos capaces de afrontar y enfrentarse a los errores.
Solo personas seguras de sí mismas, capaces, con motivación y sin miedo, serán capaces de luchar por cambiar los valores y las ideas que sostienen un sistema de desigualdades de género, por un sistema de equidad de género real.
Carolina F. Dupont es terapeuta en aprendizaje haciendo uso de gimnasia cerebral, reforzando las habilidades del pensamiento. Facebook: https://www.facebook.com/NeuroKidsCEN
Por: Carolina F. Dupont. (Mexicana)
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